EL SACRIFICIO DE MARÍA: LA VERDAD OCULTA TRAS LAS LLAMAS

La Habitación de los Secretos

La onda expansiva tiró a varios invitados al suelo.

El caos se apoderó nuevamente del jardín.

Ricardo aprovechó la confusión.

Mientras todos miraban horrorizados cómo la mansión se desmoronaba, él se deslizó entre los arbustos.

No fue hacia su hijo. Sabía que con los paramédicos estaba seguro a la vista de todos.

Fue directo a la caseta de control de seguridad.

Era un búnker pequeño, alejado de la casa principal, diseñado para ser indestructible.

La puerta estaba entreabierta.

Mala señal.

Ricardo entró. El aire olía a ozono y plástico quemado, pero no por el incendio de la casa.

Los monitores parpadeaban.

Alguien había intentado borrar los discos duros, pero lo habían hecho con prisa.

Ricardo se sentó frente a la consola principal. Sus manos temblaban, pero sus dedos volaban sobre el teclado.

Conocía el sistema. Él mismo lo había diseñado años atrás antes de heredar el imperio familiar.

"Vamos, vamos...", murmuraba.

Logró recuperar el archivo de video de las últimas dos horas.

Le dio play.

Lo que vio en la pantalla le revolvió el estómago más que el humo.

Cámara 4: El Pasillo de la habitación de Mateo.

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Hora: 20:15 (Diez minutos antes de la alarma).

En la pantalla, se veía claramente a Bermejo, el Jefe de Seguridad.

No estaba solo.

Estaba con Laura.

La actual esposa de Ricardo. La madrastra de Mateo.

Ricardo sintió ganas de vomitar. Laura le había dicho que se sentía mal y que se quedaría en el hotel esa noche.

En el video, Laura le entregaba a Bermejo una llave.

La llave maestra electrónica.

Luego, se veía a Bermejo bloqueando las cerraduras magnéticas de las puertas de emergencia desde su tablet.

No fue un accidente.

Habían encerrado a los invitados.

Pero el objetivo real se veía en la Cámara 2.

Bermejo entraba a la habitación de Mateo con un trapo y un frasco.

Cloroformo.

La idea no era que el niño muriera quemado.

La idea era secuestrarlo en medio del caos, sacarlo "muerto" y luego pedir un rescate millonario o hacerlo desaparecer para que Laura heredara todo.

Pero algo salió mal en el video.

Apareció María.

La humilde María, con su carrito de limpieza.

En el video se veía cómo María, al ver a Bermejo entrar al cuarto del niño, no dudó.

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Soltó el carrito y se escondió detrás de una columna.

Vio cómo Bermejo rociaba gasolina en el pasillo para bloquear el paso a los padres.

Ricardo vio en la pantalla cómo María, en lugar de huir para salvar su vida, entró a la habitación del niño por una puerta de servicio que Bermejo desconocía.

Por eso María estaba allí.

Ella no subió cuando empezó el fuego.

Ella ya estaba ahí, protegiendo al niño del monstruo antes de que llegaran las llamas.

Ricardo pausó el video.

Lágrimas de rabia le nublaban la vista.

Su esposa. Su hombre de confianza.

Habían planeado matar a su hijo y quemar a 200 personas para cubrir sus huellas.

De repente, un sonido metálico detrás de él lo hizo girar en la silla.

Clic.

El sonido inconfundible de un seguro quitándose.

Ricardo giró la silla lentamente.

En el marco de la puerta estaba Bermejo.

Su traje impecable estaba manchado de ceniza, pero su arma brillaba impoluta bajo la luz de los monitores.

"Eres muy curioso, Ricardo. Eso siempre fue tu problema", dijo Bermejo con voz tranquila.

Ricardo levantó las manos.

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"Laura...", dijo Ricardo, ganando tiempo. "¿Por qué?"

"Laura quiere la herencia completa, Ricardo. Y tú y el bastardo de tu hijo sobran. El incendio era la distracción perfecta. Lástima que la sirvienta se metió en medio".

Bermejo cerró la puerta de la caseta con el pie.

"Ahora tendré que decir que el fuego llegó hasta aquí y que moriste intentando salvar los servidores. Un héroe".

Bermejo levantó el arma, apuntando directo al pecho de Ricardo.

Afuera se oían las sirenas, pero allí dentro, el silencio era mortal.

Ricardo sabía que no tenía escapatoria. Estaba desarmado.

Bermejo apretó el dedo en el gatillo.

"Adiós, jefe".

Pero entonces, un ruido agudo y penetrante llenó la pequeña habitación.

No era un disparo.

Era el teléfono de Bermejo.

El Jefe de Seguridad se distrajo un microsegundo, mirando la pantalla de su celular.

Era un mensaje de Laura.

Ese segundo fue todo lo que Ricardo necesitó.

Pero no para atacar.

Sino para ver cómo la sombra detrás de Bermejo se movía.

Alguien más había entrado en la caseta antes de que Bermejo cerrara la puerta.

Alguien pequeño, rápido y lleno de furia.


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