La Verdad Detrás de Todo
El detective Ramírez convocó una reunión de emergencia con Elena esa misma noche.
—Señora Martínez, necesito que escuche esto con mucha atención.
Elena estaba exhausta. Física y emocionalmente destruida.
—Verificamos la historia de su esposo. Revisamos los archivos del caso del cartel que fue desmantelado hace tres meses.
—Roberto Martínez Solano aparece en los documentos como "testigo protegido no identificado". Él efectivamente proporcionó información clave que llevó al arresto de 23 personas.
Elena sintió que el piso se movía bajo sus pies.
—¿Entonces... era verdad?
—No todo— admitió el detective—. Roberto no fue a las autoridades porque tenía miedo. Eso es cierto. Pero cuando el cartel fue desmantelado, él debió presentarse a nosotros de inmediato.
—En lugar de eso, decidió vigilarlas en secreto. Y eso lo puso en peligro... a él y a ustedes.
—¿Qué quiere decir?
El detective sacó más fotos.
—El hombre que aparece en estas imágenes se llama Marco Salinas. Era el segundo al mando del cartel. No fue arrestado en la redada porque estaba fuera del país.
—Regresó hace un mes.
—Y por las imágenes de vigilancia que hemos revisado, sabemos que lleva semanas buscando a Roberto.
Elena sintió que la respiración se le cortaba.
—Creemos que Marco quiere vengarse. Eliminar al testigo que destruyó su organización.
—Pero hay un problema más grave.
El detective hizo una pausa.
—Marco no sabe dónde vive Roberto. Pero sí sabe dónde viven ustedes.
El silencio fue ensordecedor.
—Dios mío... Sara...
—Ya tenemos un equipo vigilando su casa las 24 horas. Pero necesitamos que cooperen con nosotros.
—Necesitamos usar a Roberto como cebo.
El Plan
Dos días después, Roberto fue liberado bajo custodia policial.
La noticia se filtró "accidentalmente" a los medios locales: "Hombre que fingió su muerte para proteger a su familia regresa tras desmantelamiento de cartel".
La historia se volvió viral.
Exactamente lo que la policía quería.
Roberto fue llevado a un hotel en el centro de la ciudad, aparentemente sin vigilancia.
Pero en realidad, el lugar estaba rodeado de agentes encubiertos.
Elena y Sara fueron trasladadas a una casa de seguridad en las afueras.
Sara no entendía del todo lo que estaba pasando.
—Mami, ¿por qué no podemos ir a casa?
Elena la abrazó, tratando de contener las lágrimas.
—Es solo por unos días, mi amor. Solo hasta que todo esté resuelto.
—¿Y papá?
Elena se quedó congelada.
—¿Él está bien?
Por primera vez en dos años, Elena se permitió pensar en Roberto como "papá" de nuevo.
—Sí, cariño. Está bien.
Esa noche, a las 2:37 de la madrugada, los sensores de movimiento del hotel se activaron.
Alguien había forzado la puerta del cuarto de Roberto.
Los agentes entraron en acción.
Pero lo que encontraron no fue a Marco Salinas.
Fue a un hombre joven, de unos 25 años, vestido completamente de negro.
Tenía un cuchillo en la mano y una foto de Roberto en el bolsillo.
—¡Al suelo! ¡Ahora!
El hombre obedeció sin resistencia.
Cuando lo interrogaron, confesó todo.
Marco Salinas le había pagado 50 mil dólares por matar a Roberto Martínez.
Pero Marco no estaba en el país.
Estaba dirigiendo todo desde México.
Y ya había enviado a otra persona a la casa de seguridad donde estaban Elena y Sara.
La Noche Más Larga
El detective Ramírez recibió la llamada y sintió que el alma se le caía a los pies.
—¡Código rojo! ¡Código rojo en la casa de seguridad!
Los agentes que vigilaban el lugar entraron en alerta máxima.
Pero ya era tarde.
Una figura encapuchada había logrado colarse por la parte trasera.
Estaba dentro de la casa.
Elena escuchó el ruido de cristales rompiéndose en la planta baja.
Su instinto de madre se activó inmediatamente.
Tomó a Sara de la mano y corrió hacia el armario del segundo piso.
—Shh, mi amor. No hagas ruido. Por favor.
Sara asintió, con los ojos muy abiertos de terror.
Elena sacó su teléfono y marcó el 911, pero la señal estaba bloqueada.
Escuchó pasos subiendo por las escaleras.
Lentos. Deliberados.
Buscaban.
Elena apretó a Sara contra su pecho, cubriéndole la boca con la mano.
La puerta de la habitación se abrió.
Una sombra entró.
Se quedó parada en el centro del cuarto, mirando alrededor.
Elena podía escuchar su propia respiración. El latido de su corazón sonaba como un tambor.
La sombra caminó hacia el armario.
Y justo cuando estaba por abrir la puerta...
La ventana estalló en mil pedazos.
Tres agentes irrumpieron desde afuera, apuntando con sus armas.
—¡FBI! ¡Al suelo!
La figura intentó correr, pero fue derribada antes de llegar a la puerta.
Elena salió del armario, abrazando a Sara con fuerza.
—Ya pasó, mi amor. Ya pasó.
Pero cuando los agentes le quitaron la capucha al intruso, todos se quedaron helados.
No era un hombre.
Era una mujer.
De unos 30 años, con el rostro marcado por cicatrices.
Y cuando la identificaron, descubrieron algo que nadie esperaba.
Era la hermana de Marco Salinas.
Y había venido a terminar el trabajo personalmente.
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