La Oficina del CEO: El Secreto Que Cambió Todo Para Siempre

Si llegaste desde Facebook buscando conocer el desenlace de la historia de María y Eduardo Santander, estás en el lugar correcto. Lo que estás a punto de leer te helará la sangre y cambiará completamente tu perspectiva sobre lo que realmente pasó esa noche.

Prepárate porque la verdad es mucho más perturbadora de lo que imaginaste.

El Momento de la Verdad

Eduardo se detuvo a centímetros de María. Sus ojos se clavaron en los suyos con una intensidad que la hizo temblar.

Su mano se dirigió lentamente hacia su rostro.

María cerró los ojos, esperando lo peor. Pero en lugar del golpe que temía, sintió algo completamente inesperado.

Una caricia suave en su mejilla.

"María", susurró Eduardo con voz quebrada. "Perdóname."

Ella abrió los ojos, confundida. Las lágrimas corrían por las mejillas del multimillonario más temido de la ciudad.

"No entiendo", murmuró María, sin bajar la guardia.

"Tu bebé", dijo él, mirando su vientre. "Es mío."

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El mundo de María se tambaleó. Las piernas le fallaron y tuvo que agarrarse del escritorio para no caer.

"Eso es imposible", susurró.

"¿Recuerdas la fiesta de Navidad de la empresa? Hace ocho meses."

María sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Esa noche había bebido más de la cuenta después de discutir con su esposo por teléfono.

Se había sentido mareada. No recordaba cómo había llegado a casa.

"Yo… yo pensé que había sido mi esposo", balbuceó.

"Él estaba de viaje", dijo Eduardo. "Lo verifiqué."

La habitación comenzó a dar vueltas. María se llevó las manos al vientre, sintiendo las pataditas de su bebé.

"¿Por qué me lo dices ahora?", preguntó con voz temblorosa.

Eduardo caminó hacia la ventana de su oficina. La ciudad se extendía como un manto de luces bajo ellos.

"Porque mañana se hace público", murmuró. "Alguien nos vio. Alguien lo sabe."

María sintió una punzada de pánico. Su matrimonio, su reputación, toda su vida estaba a punto de destruirse.

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"¿Quién?", preguntó.

Eduardo se giró lentamente. Su rostro había endurecido de nuevo.

"Mi esposa."

El nombre de Elena Santander resonó en la mente de María como una campana fúnebre. La mujer más poderosa y vengativa de la alta sociedad.

"Ella sabe que estás aquí esta noche", continuó Eduardo. "Por eso quise hablar contigo antes de que…"

Un ruido en el pasillo los interrumpió.

Pasos. Tacones altos golpeando el mármol con determinación.

Eduardo palideció. "Es ella."

María sintió que el bebé se movía inquieto en su vientre, como si pudiera sentir el peligro que se acercaba.

Los pasos se detuvieron justo frente a la puerta.

El silencio que siguió fue más aterrador que cualquier grito.

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