"Pensé que era lo mejor" sollozaba. "Los doctores dijeron que podrían ser solo tres meses. No quería que sufrieras sabiendo la cuenta regresiva."
"No era tu decisión" le respondí con una firmeza que no sabía que tenía.
"Involucrar a los niños en esta mentira fue lo más cruel que pudiste haber hecho."
Mi esposo levantó la cabeza. Sus ojos estaban rojos e hinchados.
"Emma lleva semanas llorando todas las noches. Piensa que si no te ama lo suficiente, será más fácil cuando no estés."
"Y nuestro hijo de 5 años me pregunta todos los días por qué mamá ya no lo abraza como antes."
El silencio llenó la cocina como una presencia pesada.
Afuera, el sol de Navidad comenzaba a filtrarse por las cortinas, pero adentro todo se sentía frío y roto.
"Tenemos que decirles la verdad" dije finalmente.
"Pero no la verdad completa. Todavía no."
La Verdad Revelada
Llamamos a los niños a la sala. Emma bajó con los ojos hinchados pero con una sonrisa tímida. Era la primera vez en semanas que me sonreía de verdad.
Nuestro hijo menor, Diego, corrió hacia mí y se lanzó a mis brazos como hacía antes.
"¿Ya no estás enojada conmigo, mami?"
"Nunca estuve enojada contigo, mi amor. Nunca."
Les explicamos que mamá había estado enferma y que por eso había estado diferente. Que los doctores nos estaban ayudando para que me sintiera mejor.
No les dijimos toda la verdad. Todavía no estaban listos.
Pero sí les aseguramos que sin importar lo que pasara, los amaríamos para siempre. Que no había nada en el mundo que pudiera cambiar eso.
Emma me abrazó tan fuerte que pensé que me quebrarían las costillas.
"Promete que nunca más vamos a fingir que no nos amamos" me susurró al oído.
"Te lo prometo."
Esa fue nuestra Navidad más triste y más hermosa a la vez.
Abrimos regalos. Cocinamos juntos. Reímos hasta que nos dolió el estómago.
Pero por debajo de todo eso, había una urgencia que antes no existía. Cada momento se sentía precioso y frágil.
El Giro Inesperado
Dos días después, mientras organizaba los regalos, encontré algo extraño en mi bolso.
Era una nota escrita con la letra de Emma:
"Querido Santa: Sé que ya pasó Navidad, pero necesito pedirte algo muy importante. Mamá está muy enferma y los doctores dicen que se va a ir al cielo. Por favor, no la lleves todavía. Puedes llevarte todos mis juguetes si quieres, pero déjame a mi mamá. Atentamente, Emma."
Debajo había otra nota, pero esta era diferente. La letra era más madura, definitivamente no era de Emma.
"No te preocupes pequeña. Tu mamá va a estar bien. Los milagros existen para quienes realmente aman. P.D: Revisa el buzón de casa."
Me quedé helada.
¿Quién había escrito eso?
Corrí hacia el buzón con el corazón latiendo fuertemente. Adentro había un sobre sin remitente.
Lo abrí con manos temblorosas.
Era una carta de un hospital de la ciudad vecina. Pero no cualquier hospital.
Era del Centro de Investigación Oncológica más avanzado del país.
"Estimada Señora Martinez: Hemos revisado su caso y creemos que podría ser candidata para nuestro programa experimental. El tratamiento ha mostrado resultados prometedores en casos similares al suyo."
Al final de la carta había una nota manuscrita:
"Su hermana Clara nos contactó. Dice que tiene una familia que la necesita. Venga el 2 de enero. No pierda la esperanza."
Clara.
Mi hermana que había participado en el plan para alejarme de mis hijos había estado trabajando en secreto para salvarme.
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